Los bomberos españoles detenidos en la isla de Lesbos (Grecia) llegaron a Sevilla a las diez y media de la noche del pasado martes entre palmas, una atronadora ovación y gritos de "culpables son las bombas, no los bomberos". El aeropuerto de San Pablo era una 'fiesta' con cientos de familiares, amigos y compañeros de estos bomberos que llevan dos semanas rescatando refugiados que huyen de la guerra en Oriente Medio.
Su solidaridad hacia los centenares de refugiados que llegan cada día a las costas griegas se vio así recompensada con esta calurosa bienvenida. Irónicamente fue esa solidaridad la que les hizo terminar en un minúsculo y húmedo calabozo el pasado 14 de enero.
Acusados de tráfico de personas y posesión de armas (dos cuchillos, explican, para las labores de rescate), Manuel Blanco, Julio Latorre y José Enrique Rodríguez, de la ONG Proem-aid, estuvieron desde el pasado jueves en un lóbrego calabozo a la vista de todo aquel que entraba en las dependencias policiales. Los tres fueron detenidos cuando, al ver precintada su embarcación de rescate, se embarcaron con dos compañeros daneses y estaban ayudando a que tres barcos repletos de refugiados llegaran a tierra firme. La presión internacional y diplomática por parte de España ayudó a que el sábado fueran liberados tras depositar 15.000 euros.
Al llegar al aeropuerto, Rodríguez ha asegurado que "teníamos todos los permisos y trabajábamos en coordinación con las autoridades. ¿Qué ha pasado? Yo creo que ha sido un error o un escarmiento. Puede ser que allí cada uno esté trabajando a su manera y [la guarda costera griega] quiera que se trabaje como ellos quieren".
¿Ha sido un escarmiento? "Nos hemos enterado ahora que les han prohibido a los voluntarios dar ropa seca a los refugiados, con lo cual entendemos que han tomado una determinación radical", afirma David Galindo, uno de los tres voluntarios que no acabó encarcelado.
Ayudan a 9.000 personas cada dos semanas.
El sargento Mario Arcos, que ya ha realizado labores de rescate en la isla griega a lo largo del pasado mes de diciembre, cuenta que han llevado a cabo su propio conteo en la franja de la costa donde trabajan (entre la capital, Mitilene, y el extremo sur de la isla): 147 embarcaciones en 15 días. Si cada lancha lleva a unas 60 personas, eso significa que han ayuda a 9.000 personas durante las dos semanas que dura cada relevo, en los que hay seis bomberos turnándose en dos grupos de tres que trabajan día y noche.
Gran parte de las embarcaciones comienza a llegar horas antes del amanecer, entre las 4 y las 5 de la mañana, y más de la mitad de los que llegan son niños y "personas de edad avanzada". Arcos subraya que los rescates presentan dos grandes problemas: la baja temperatura del agua y la orografía, "que al tener un perfil muy irregular daña las embarcaciones y provoca que los barcos se rompan antes de llegar a la costa". El sargento de bomberos, cuyo puesto de trabajo habitual es la estación del Polígono Sur de Sevilla, subraya que "su trabajo es localizar las embarcaciones e intentar llevarlos hasta una zona de abrigo segura".
Antes de sumergirse prácticamente con la ropa puesta a rescatar a niños, ancianos y adultos de mediana edad, explican que lo primero que se ve al acercarse a la isla de ecos mitológicos es una franja "tintada de color naranja". Son los chalecos salvavidas que dejan atrás los que huyen de la guerra al pisar tierra firme.